Lula: «Un pobre no es una estadística social, es un ser humano en busca de oportunidades».
Quien fuera considerado uno de los más grandes líderes de izquierda en latinoamérica fue condenado a 12 años y 1 mes en prisión por corrupción. Esta condena ejemplar marca un hito para nuestras democracias latinoamericanas acostumbradas a pasar por alto la justicia, cuando se trata de castigar la apropiación y el manejo indebido de los recursos públicos por parte de sus altas dirigencias. La corrupción no solo tiene señalados a varios mandatarios en la región, se ha convertido en un práctica constante de nuestros sistemas políticos sin que hasta ahora la justicia pudiera llegar a condenar y sancionar a un ex presidente de la talla de Lula Da Silva. Sííí!!!… Lula, el líder de izquierda más representativo de su país, quien durante 12 años en el poder lograra afianzar un modelo de gobierno con crecimiento e inclusión social que sacó a 30 millones de personas de la pobreza, está preso.
La condena a Lula aunque tenga un sabor amargo, no es un hecho menor. La decisión de la justicia brasileña es sin duda ejemplar en un continente en donde la clase política sucumbió a las dádivas y honerosas coimas otorgadas por la Multinacional brasileña Odebrecht. A cambio de contratos de insfraestructura en Perú, Argentina, Colombia, Panamá, Venezuela y todo el continente, una de las más poderosas firmas de construcción en ese país recurrió sin escrúpulos a todo tipo de artificios para hacerse a grandes obras.
Los escándalos de corrupción asociados a Petrobras, Odebrecht y a otras grandes brasileñas como Camargo Correa y OAS, persiguieron al ex-presidente Lula, empañaron su imagen y el capital social y político del Partido de los Trabajadores (PT), que ni siquiera alcanzó para mantener a Dilma Roussef en el poder, destituida en 2016 por el Congreso.
Ahora se abre un nuevo capítulo en la historia de escándalos de corrupción que desataron estas constructoras. Lula se suma a Ollanta Humala en Perú, como un centenar de empresarios y dirigentes envueltos en esta gran espiral de corrupción.
El apoyo de miles de simpatizantes al ex mandatario brasileño- que se entrega en medio de un gran nivel de popularidad y favoritismo para las próximas elecciones- deja muchos interrogantes, además de dividir al país. El primero de ellos, relacionado con el hecho de que la acción judicial tiene como propósito impedir su candidatura; la segunda, la percepción de injusticia que deja la sanción por no haber actuado de la misma manera frente al Presidente Michel Temer, involucrado también en escándalo de corrupción del que salió bien librado; y tercera, el número de años a los que fue sentenciado, una sanción que duele, duele a millones de brasileños que siguen con fervor a Lula.
Sea que demuestre o no su inocencia, Lula ya está preso y con ello se sienta sobre las bases de la historia política de ese país y de su democracia que la justicia es universal, absoluta y que debe actuar con todo rigor y sin distinciones sobre quienes persisten en mantener en América Latina el fantasma de la corrupción en las esferas de gobierno y de la sociedad.
Lula está preso SÍÍ!!! pero también lo están la justicia y la democracia cuando no se actúa con determinación.
Esto es lo que ha sucedido en Brasil: su poder judicial está intacto y la justicia es el pilar de cualquier sistema democrático en la región y en el mundo: nadie, absolutamente nadie, debe estar por encima de la Ley.
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